Capítilo III: Papillon y su voto desde ultratumba

Firmas dejadas por los llamados "Presos de Cayena". En la parte central, la firma de Papillon

         Supongo que si ya estamos en este punto, sabemos cómo Papi llegó a Venezuela y qué famoso café caraqueño inauguró. Recordemos que, luego de una gran aventura de fugas, un millón de ejemplares vendidos de su historia solo en Francia, una película, un café y una vida tranquila en Caracas, murió en Madrid en 1973. Sin embargo, como sacado de una novela de ciencia ficción, en este país los muertos insisten en levantarse de sus sepulcros para participar en lo que algunos llaman “fiesta electoral”, nombrecito además bastante cursi. Este es el caso de nuestro amigo Charrière.

          ¿Qué cómo lo sé? Afortunadamente, Papi es tan detallista en su libro, que tuvo la gentileza de regalar a sus lectores su número de cédula:  

“(…) La emoción es demasiado grande y demasiado hermosa para exteriorizarla ante testigos. Doy vueltas y más vueltas a mi tarjeta de identidad que me ha entregado el director: mi fotografía en el ángulo izquierdo, y, arriba, el número 1728629, expedida el 3 de julio de 1944. En la mitad, mi apellido; debajo, mi nombre. Detrás, la fecha de nacimiento: 16 de noviembre de 1906. El documento de identidad está perfectamente en regla, y hasta está firmado y sellado por el director de Identificación. Situación en Venezuela: ‘residente’. Es formidable que esta palabra, ‘residente’, quiera decir que estoy avecindado en Venezuela”. (Decimotercer cuaderno: Venezuela)

      Por supuesto, declarándome curiosa a niveles de sobredosis,  me tomé el atrevimiento de introducir el número de cédula de Papi en la página web del Consejo Nacional Electoral, consiguiendo lo siguiente: CHARRIERO SHIERRY, HENRY, votante activo inscrito en el año 2000 en Instituto de Nuevas Profesiones de la Av. Ppal El Bosque. Pero, esperen un segundo: ¿Logró inscribirse 27 años después de su muerte, y además seguir votando?

Revisión hecha el 18 de enero de 2011

       Hubo alguien que me preguntó si Papi no tuvo algún familiar con el mismo nombre, un hijo o algo así, y fuese ese familiar quien estuviese inscrito en el CNE. En caso que así fuese, el hijo o familiar homónimo no tendría por qué tener su mismo número de cédula. Por lo tanto, la hipótesis del familiar está descartada.

       Por otro lado, resulta imposible que Papi predijera en su libro que, décadas después, alguien tendría un nombre similar y portaría exactamente el número de cédula descrito en su libro. Vamos: el tipo era prófugo, no profeta ni vidente.

       Definitivamente da miedo, no lo que hacen los muertos, sino lo que hacen muchos “vivos” por perpetuarse en el poder. Y advierto:  esta observación no pretende ser punto inicial de un conflicto político ni una acusación directa a nadie, ya que es una vieja costumbre en este país permitir a los muertos sufragar, pero parece que nos resistimos históricamente a deshacernos de malas mañas y de ganas de tracalear para conseguir cualquier cosa.


       Lo que me encantaría saber es, en caso de ser seleccionado como Miembro de Mesa, ¿A quién van a multar cuando Papi no se presente? Lo llamarán con una ouija... será...

       Con esta desagradable sorpresa, decido culminar con esta historia que, sin proponérmelo, logró dejarme noches enteras sin dormir, la vista destruida y la necesidad de seguir investigando en qué ciudad estoy parada, porque definitivamente no lo sé. Sin duda, hay personajes que nunca dejarán de sorprenderme. Caracas tampoco tiene intenciones de dejar de ser fascinante ante mis ojos.


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