Más discapacitado será usted



Quien es padre o madre de una persona con necesidades especiales, sabe lo duro que es aceptar esa realidad en un principio. Llanto, gritos, cuestionamientos, rechazo, son parte de las reacciones naturales ante esta noticia. Pero, ¿por qué puede resultar tan difícil recibir una noticia así?



Por lo general, nunca agradecemos por lo que nos estamos comiendo. Vemos nuestro closet atestado y soltamos la frase: Dios! No tengo ropa! Casi siempre acompañado de un improperio. Nos vemos al espejo con la esperanza de haber bajado esos kilos que tanto nos perturban, como si el autoestima estuviese atada a la balanza… esta es tragedia de muchas personas que se creen “normales”

Usualmente, creemos que una persona con discapacidad no puede llevar a cabo ciertas actividades que nosotros percibimos como “normales”: Bailar, hacer música, pintar, esculpir, hacer teatro, ir al cine, ir a la playa, estudiar, casarse, tener hijos, vivir solos. Sin embargo, cuando nos encontramos frente a personas que, por alguna u otra causa requieren de educación especial haciendo más de lo que nosotros hemos logrado en toda nuestra vida, personalmente no puedo evitar sentirme avergonzada de mi misma, no solo por no haber hecho ni la mitad de lo que ellos han hecho, sino porque como ciudadana es poco lo que he hecho por ellos. Seres que están en compañías de danza, son medallistas olímpicos, actores, profesionales, músicos, solo nos pueden hacer reflexionar acerca de nuestra nociva y rutinaria práctica diaria en esta ciudad tan hostil.

En Caracas resulta titánica la vida para una persona con discapacidad: Ausencia de rampas, aceras en mal estado, tratar de conseguir un empleo, integrarse a la educación formal, no permitirles la estrada a establecimientos con sus animales de compañía, entre otras cosas, forman parte de las pequeñas grandes batallas que deben librar… a lo anterior le sumamos la indiferencia de la ciudadanía en este tema, la inseguridad, la intolerancia y la mala planificación de ciudad de la que todos hemos sido víctimas. Y aún así ellos sonríen, disfrutan del aquí y ahora y hacen mucho más de lo que cualquiera de nosotros puede esperar.

El pasado viernes 10 de diciembre tuve la oportunidad de trabajar en el evento “Día internacional de las personas con discapacidad” en los espacios abiertos del Centro Plaza. Veía como llegaban niños y jóvenes con ayuda de sus representantes y tutores. Se trasladaban con la dificultad propia de la discapacidad de cada uno… ¡Y lo hacían sonriendo! El evento fue amenizado por el grupo musical de la Fundación “De un Solo Lado” integrado por niños y jóvenes con discapacidades motoras, sensoriales y cognitivas. Su lema: Todos tenemos el corazón “Del Mismo Lado”.

Interpretaron temas como “Caminante no hay camino”, “Cachita”, “Muevete”, entre otras. Arrancaron lágrimas de mis ojos y de los ojos del resto de los asistentes, no solo por ponernos frente a la realidad que muchos queremos evadir, sino porque lograron hacernos saber lo valiosos que son. Además del llanto, nos hicieron reír con sus ocurrencias, bailar y pasar un rato invalorable.

El Municipio Chacao, específicamente el Concejo Municipal, ha hecho avances al respecto, y ese día anunciaron que fue aprobada la Ordenanza de Integración Social de Personas con Discapacidad, en el cual tratan temas como la posibilidad de ser acompañados por sus animales de asistencia a cualquier establecimiento, rampas en diversos puntos del municipio, libros en braille y audio de las bibliotecas municipales, entre otros temas que prometen hacer llevadera la vida de las personas con discapacidad.

No obstante, me queda la duda lógica de la posibilidad que funcione dicha ordenanza. No es pesimismo, es seguir recreando la realidad que he visto desde hace ya bastante tiempo en esta ciudad. Las leyes no tienen sentido si no se educa a la población al respecto y mucho menos si no existe la intención de cumplirlas. Resulta imperativo que la gente “normal” abra los ojos y vea que existen seres especiales que hacen cosas maravillosas, siempre y cuando se les dé el espacio necesario para desarrollarse. Que el ciudadano común haga propuestas, se organice y llegue hasta donde las autoridades no han podido o no han querido llegar en el tema de la discapacidad.

Si cree que lo anterior es mucho, podemos trabajar en otra escala: con ayudarlos a cruzar la calle, a levantarse o sentarse, leerles una historia, no estacionarnos en los puestos destinados para ellos, podemos hacer que su día en esta ciudad sea mejor. Es más, tratarlos con respeto y no tenerles lástima es ya un gran paso, no para ellos sino para nosotros. La clave es lograr que las personas con discapacidad sean independientes, más allá del bastón, la silla de ruedas, el animal de asistencia. Llevar una vida normal para ellos resulta más complicado que para nosotros, y he allí el valor que tienen. Trabajan con tanta dedicación porque cada esfuerzo hecho es un triunfo, porque encuentran verdadero valor en cada meta alcanzada, disfrutan de cosas pequeñas y sencillas, ya que para ellos todo es un descubrimiento y un nuevo reto.

Nunca dejaremos de quejarnos por cualquier cosa, es una realidad. Pero les invito a que antes de hacerlo, respiremos profundo y pensemos en quien no puede caminar, ver, oír, hablar, y reconsideremos quejarnos, esta vez teniéndolos en cuenta. Si somos intolerantes e indiferentes, los discapacitados somos nosotros.

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